Siempre he pensado que el término «virgen» está anticuado. Sobre todo en el caso de las mujeres. Parece un término inventado por un hombre que se cree que su polla es tan importante como para cambiar la esencia de una mujer. Y sin embargo, nunca he conocido a ninguna mujer cuyo número de personas con las que haya mantenido relaciones sexuales me importe. Da igual que Elvira la vampiresa no haya dado su primer beso, o que la empollona de la clase chupe cincuenta pollas noche, para mí siguen siendo las mujeres que yo conozco.
Me siento hipócrita por pensar justo lo contrario de los hombres. Soy feminista de nacimiento, mi padre me enseñó a no juzgar a nadie por su vida sexual y que no todos los hombres son unos cerdos. Y quiero creerlo. De verdad. Pero la experiencia me dice otra cosa. Pero no creo que la maldad sea innata en el hombre cishetero, sólo que a partir de las cosas que les ha tocado vivir (o, mejor dicho, que nos les ha tocado vivir), no son conscientes del daño emocional y sexual que van dejando tras de sí.
Empecé este blog con la idea de contar mis experiencias amorosas y de aquellas personas que me rodean. A parte de lo de Arturo y Cris, las relaciones que se han ido construyendo y destruyendo a mi alrededor me parecían completamente civilizadas, sin merecer mención. Sin embargo, hablaré de ellas en otro día, éste no es el momento.
Cuando yo le conocí, Alex era virgen. Yo había estado con un par de chicos, todos parejas oficiales, de los que no me arrepentía ni de haber salido ni de haberme acostado con ellos. Cualquiera podría decir que nuestra relación se basaba en un una pequeña enseñanza madura de cómo sobrellevar el sexo en el ámbito físico. Pero no. Yo tenía unas ideas muy clara de lo que me gustaba y lo que no me gustaba y, aunque nunca hicimos nada que ninguno de los dos no quisiera, él buscaba experimentar. Empezar la casa por el tejado. El primer día tan sólo quedamos para enrollarnos, pero conmigo, después de los besos en el cuello, no hay vuelta atrás.
Y entonces empezó a comportarse como un capullo y un gilipollas. Para qué os voy a engañar, el chico nunca había sido muy listo, pero esto superaba con creces lo que mi salud mental era capaz de superar. Al principio creía que eran las hormonas masculinas mezcladas con la adrenalina, pero yo era incapaz de dejarle. Hasta que él me dejó a mí, yo lloré y lo superé, pero esa es otra historia.
Me escribió el otro día. Me considero una persona madura, y pensaba que, si no amigos, por lo menos podríamos mantener una relación madura. Pero entre una cosa y otra, acabamos teniendo sexo por mensaje, hasta el punto de llorar de lo cachonda que estaba. Me propuso buscar una fecha en la que tuviéramos alguno la casa libre, y yo en ese momento no podía gritar nada que no fuese «sí». Cuando se me pasó el calentón, me di cuenta de la soberana gilipollez que estaba cometiendo y, antes de que me diera tiempo a arrepentirme, le dije que no.
Creía que el asunto estaba zanjado hasta hoy:
Realmente, la mitad de lo que pasó fue mi responsabilidad. Sé que lo hace porque se da cuenta de que me echa de menos. Yo no me siento nada culpable, porque por muy impulsiva que sea, al final siempre tomo la decisión correcta. Honestamente, si lo hubiera dejado estar, habría pasado el resto de mi vida feliz. Pero no, tiene que venir ahora a fingir que es un buen chico. Ya veré cómo sigo con esto.
Como si no fuera bastante con mi papilla mental, se me ha juntado la de Pol. Más que mi mejor amigo, es como un hermano. Nos contamos todo. En septiembre empezó a salir con una chica de intercambio alemana, Nena. Hoy quedaron para acostarse, y era la primera vez para él. Repito, que con quien o cómo se acueste una persona, no va a cambiar mi opinión hacia ella. Pero de todas las tonterías por las que me he enfadado com Pol a lo largo de nuestros años de amistad, esta es quizá la más gorda de todas.
Ha follado sin condón. Y no se le ha ocurrido otra cosa que ir a contármelo porque claro, estaba nervioso, no sabía cómo ponérselo, a Nena le ha dado igual y ahora él está preocupado. Sin embargo, todo lo que yo le diga es inútil. No puedo decirle que no se agobie, porque es Pol y se va a agobiar igual. No puedo decirle de la píldora del día después, porque dice que eso es abortar. No puedo decirle que espere, porque entonces tendría que tenerlo. Sé que lo que os he contado carece de lógica, pero no voy a reproducir toda la conversación. Pero os aseguro que penséis la solución que penséis, Pol la descarta.
Precisamente lo que me gustaba de él era tener un amigo chico, guapo, inteligente y sensible. Y que no fuera mi novio. Porque un hombre y una mujer pueden ser amigos y quererse platónicamente, sin enamorarse y sin tensión sexual entre ellos. Y ahora se me ha caído un mito. Sé que parece un cliché, y probablemente me odiéis por ello, pero cada vez dudo más del criterio de un hombre que me dice que es virgen.
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